CORO

Glorificada sea
nuestra cara ciudad
honrémosla doquiera
con afecto inmortal

I

madre de Cien Señores,
que tus glorias llevaron
por toda la Nación;
A ofrendarte venimos
nuestros cantos mejores
desprendidos vibrantes
del propio corazón.

II

Con estrofas sentidas
Te imanaron tus cantores
en que vertieron notas
de envidiable laúd,
y artistas en los lienzos
llenaron de esplendores
tus bellos panoramas
de mística quietud.

III

Diste a tus hombres cuna
de pobre mimbre pulcro,
y la inquietud sintieron
de otros suelos buscar;
do tras gloriosas gestas
cayeron al sepulcro,
mirando tus montañas
hasta de Allende el mar.

IV

Tus jefes al combate
llevaron denodados
falanges invencibles
resueltas a morir;
pasaron esas luchas
do fueron los soldados
con la fraterna sangre
su sangre a confundir.

V

Tus hijos de las aulas
Tornaron de fe henchidos:
discípulos de Hipócrates,
Juristas de la verdad,
sabios educadores,
ingenieros nutridos,
te dieron todos títulos
a la inmortalidad.

VI

Oh tierra, nuestra tierra
de honores abrumada!
Hasta el altar llevaste
la sabia de tu ser;
sapientes sacerdotes
de virtud acendrada
y un ilustre prelado
te gloriarán doquier.

VII

¿Y acaso tus mujeres
abnegadas y austeras,
como fragantes copos
desprendidos de abril,
ya núbiles y novias,
ya matronas severas
no embellecen tus lares
de aroma pesil?

VIII

¡Oh lumbre sacrosanta
de tu grandeza muerta!
¡Oh espíritu de marcha
de tu presente ser!
Sigue, palpita, escucha,
renuévate y despierta,
tierra fecunda y libre,
que nos viste nacer.